¿Sirven para algo esos exámenes escritos? (León Trahtemberg)



¿Sirven para algo esos exámenes escritos? (León Trahtemberg)

"Los abogados que yo gradúo no sirven como abogados" es la conclusión a la que deberían llegar las universidades San Marcos, Católica, San Martín de Porres y San Agustín de Arequipa que elaboraron las 50 preguntas de conocimientos con las que se desaprobó a 101 de 104 abogados postulantes a la JNJ, que se han graduado de esas mismas universidades y similares.

A la hora de atemperar esos resultados los analistas han sostenido que la evaluación de un buen profesional no puede basarse en un examen escrito arbitrario mayormente enciclopédico, sino en la evaluación de proceso de vida del profesional: trayectoria; idoneidad evidenciada; condiciones éticas reconocidas; capacidad de investigar y estudiar situaciones nuevas antes de resolverlas; cátedras y publicaciones especializadas; premios, reputación y reconocimiento público, etc.

Entonces ¿para qué ese examen de conocimientos enciclopédicos en los que además el postulante tiene que adivinar qué quiere el examinador que conteste el examinado, más que explorar el saber del evaluado? Y si lo vuelven a tomar y aprueban unos pocos más, ¿se habrá subsanado la inutilidad de esos exámenes?

Siendo así, me pregunto ¿para qué sirven los exámenes de ingreso a las universidades, igualmente escritos, enciclopédicos y para marcar respuestas que serán corregidas por miles por una computadora, que colocan a los postulantes en la misma ridícula posición que a estos abogados? ¿Cuánto incompetente admitido y cuánto talentoso es eliminado, con la consecuente pérdida para él, la universidad y el país? Y si vamos más allá aún, ¿para qué sirven esos exámenes escritos de similar estructura que se usan en los colegios para determinar la vida o muerte de un estudiante, cuando poco tienen que ver con lo que realmente es y sabe en aquello que es crucial para tener éxito en la vida? Y ni hablar de las ECE y similares.

Espero que lo que ha pasado con este concurso escrito sirva de iluminación para todos los evaluadores de todas las instituciones que aún confían en ese tipo de examen escrito pasivo, enciclopédico, con respuestas prefabricadas para marcar una (la que el evaluador cree correcta), que le pide desconectar su razonamiento y juicio ético del contexto específico en el que le tocaría actuar, como herramienta para seleccionar talento, para que dejen de engañarse a sí mismos, a los evaluados y a la sociedad en general.





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