En la interesante entrevista publicada en El Comercio de hoy, el politicólogo Ignazio de Ferrari habla de la necesidad de construir una nueva narrativa del país que se quiere, que permita visualizar nuestros sueños y aporten el camino a seguir, porque de lo contrario la población que está en búsqueda de camino nuevo de una democracia sin corrupción seguirá apostando por populismos coyunturales de cualquier signo e índole, como está ocurriendo en el Perú desde el fin del velasquismo. ("Reformas políticas deben centrarse en minimizar los riesgos del autoritarismo")
Coincidentemente estoy leyendo "21 lecciones para el siglo XXI" del genial Yuval Harari cuyo primer capítulo habla de la decepción que han producido las ideologías dominantes en la historia, y el estado de transición en el que nos encontramos hacia algo que supere las limitaciones del hasta ahora triunfante -aunque cada vez más problemático- liberalismo.
Hace notar como a partir de la revolución industrial el feudalismo, las monarquías y las religiones tradicionales se quedaron inermes para explicar los nuevos modelos políticos sociales y económicos de las metrópolis industriales, con millones de obreros desarraigados y una economía muy fluctuante. Eso dio lugar a una serie de intentos como las democracias liberales (empezando con la francesa), las dictaduras comunistas (a partir de la soviética), los regímenes fascistas (italiano, nazismo alemán), con un siglo de revoluciones y guerras buscando mejores soluciones. Así partiendo del imperialismo colonial pasando por el liberalismo, el comunismo que quedó fuera al final de la guerra fría, y el fascismo derrotado en la segunda guerra mundial, ha quedado como único modelo triunfante el liberalismo que se sustenta en regímenes democráticos, la libre empresa, y la libertad para pensar. Inclusive la versión renovada del liberalismo que incluyó los derechos humanos y la responsabilidad social de los estados para generar bienestar prestando servicios de salud y educación como panaceas para generar paz y prosperidad para todos ha encontrado fuertes limitaciones para resolver los grandes problemas que estresan a la civilización. Esto lleva a avisorar un panorama complicado para todos los países del mundo, que están obligados a gestar sus nuevos relatos o narrativas como dice Ignazio de Ferrari, para hacerlos viables antes de que sucumban a los populismos radicales y destructivos con sus panaceas irrealizables.
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