Para muchos conductores de vehículos e inclusive peatones, no disponer del waze o del google maps hace muy difícil encontrar la forma de llegar a lugares desconocidos, y menos aún en el menor tiempo posible. Cuando waze o google maps no existían, la gente se las arreglaba con un más afinado sentido de ubicación y lectura de mapas o guías de calles incluyendo las rutas de buses y metros.
Lo que ocurre es que la aparición de facilidades tecnológicas que sustituyen la demanda de habilidades tradicionales, como con las calculadoras y las operaciones numéricas mentales, hace que la mente humana sub-entrene ciertas capacidades y construya otras rutas sinápticas y entrene otro tipo de capacidades, como las que los vuelven solventes en el mundo digital.
Pedirle a un nativo digital que piense como sus ancestros o a la inversa, lo único que hace es descontextualizar las realidades de cada uno, haciendo a ambos ineficientes o incompetentes en dichas actividades. Es como pedirle a un alumno de hoy que al ver televisión lo haga en un canal oficial único que se transmite en blanco y negro y se entretenga con eso, o a la inversa, que su abuelo en un minuto programe el bluetooth que conecta su celular con la radio del carro.
Eso es precisamente lo que hace el sistema educativo tradicional al pedirle a los alumnos del 2018 que piensen y se comporten como lo hacían sus padres o maestros hace 30 o más años, cuando ellos eran niños e iban a la escuela. Y no ocurre solamente con los cambios tecnológicos digitales. También con los nuevos conceptos de comercio globalizado con compras por medios digitales, la vida social sostenida por las redes digitales, la lectura de diarios, o inclusive las nuevas formas de acoso, delitos y violación de la privacidad. Y en lo judicial... ¿Se han dado cuenta que no hay juicio hoy en día cuyo sustento no sea un video o audio grabados subrepticiamente, así como el uso de textos de email o celulares como pruebas?
En suma: no pidamos a los niños de hoy que sean como los niños de hace 30 años. No hagamos que la vida escolar de hoy, emule la de 30 años atrás con la expectativa de que para ser "buenos alumnos" respondan del mismo modo que lo hicieron sus antepasados. Es ridículo. Por eso demasiados alumnos se aburren en la escuela y hacen todo lo posible por ausentarse de ella, aunque sea mentalmente. Por eso muchos sienten que el peor castigo de su infancia es la escuela, de la que solo rescatan como valioso los amigos, el recreo y quizá alguna clase de arte o deportes que no tiene la rigidez académica tradicional.
Esa debe ser la plataforma de cualquier reforma educativa relevante.
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