Cada año, el 6 de julio se celebra el Día del Maestro en el Perú. Fecha muy significativa, pues a los adultos nos hace recordar nuestra épocas de escuela y a maestros que marcaron huella en nuestras vidas. ¿Quién no recuerda a uno o mas de uno?
De los maestros se habla mucho en términos positivos y muchas veces injustamente críticos. Quienes critican olvidan que es maestro es el producto no solo del esfuerzo personal de cada uno de ellos, sino también de los aciertos y desaciertos que ha tenido la sociedad en cuento a su formación, desarrollo personal y bienestar social. Lamentablemente muchas veces olvidamos que durante décadas el maestro fue postergado económicamente bajo el pretexto que aumentarles costaba mucho al erario nacional. Más caro le ha salido al país no tener los suficientes recursos humanos calificados para sostener el desarrollo.
Este día debe ser la ocasión para que todos reflexionemos, desde nuestro correspondiente ángulo personal, sobre cómo contribuimos a que el magisterio nacional tenga el prestigio y el respeto que se merecen. Cómo ayudarlo a que esté a la altura de los nuevos desafíos que deberá asumir la Educación. En sus espaldas está una de las responsabilidades más grandes que tiene cualquier profesional.
En tanto, a pesar de los olvidos y limitaciones que han tenido las políticas magisteriales, lo que queda es agradecer la ejemplar labor de miles de maestros que cada día se preocupan por la formación de las futuras generaciones que gobernarán nuestro país. Ni es un agradecimiento solo declarativo sino respaldado en evidencias: la educación peruana está mejorando en la última década en tasas de culminación de estudio, logros de aprendizaje, mejora de los procesos de gestión docente, escuelas más preocupadas por contar con una visión de su futuro. Podemos seguir con una larga lista.
Mis mejores recuerdos para los miles de maestros que siempre se comunican conmigo y para todo el magisterio nacional.
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