Pocas veces hemos visto las consecuencias de una desvastadora naturaleza. No hay casi región en el país que no sufra las consecuencias del clima. El costo de reestablecer la vida en cientos de pueblos destruidos por inundaciones y huaycos será considerable y tardará muchos años en lograrse. Lo importante será que la infraestructura que se cree esté preparada para resistir en mejores condiciones fenómenos como el que vivimos.
En el sistema educativo son cientos las escuelas que estarán imposibilitadas de recibir estudiantes por varios días o semanas. En ciudades como Piura, Chiclayo, Trujillo el año escolar no podrá cumplirse de acuerdo a lo programado. Pero no solo es el caso de esas ciudades. Muchas otras atraviesan por una situación similar.
Para el 2017 habrá que replantear las estrategias de desarrollo del año escolar. Los logros de aprendizaje son importantes, pero tanto como ellos va a ser importante que el ingrediente de la salud escolar cobre más importancia; que valores como la cooperación y la solidaridad tengan un mayor tratamiento en la programación curricular. Más que enfrascarnos en discusiones sobre aspectos que son polémicos en el currículo lo que habría que definir es cuál sería el paquete de aprendizajes mínimos que los estudiantes deben lograr este año, habida cuenta que estudiarán menos semanas que lo programado.
¿Cuántas horas estudiarán los alumnos de las zonas rurales más alejadas del país? En años normales esos estudiantes podrían estar recibiendo entre 50% y 70% de lo que reciben los que asisten a escuelas urbanas. Lluvias, heladas, desbordes de ríos ¿cuánto influirán?
Enorme desafío el que tiene la administración educativa para resolver este problema. Lo que no debería suceder es que todo se quiera resolver desde Lima. Las UGEL y las escuelas tienen que tener parte de la decisión; en este caso, la responsabilidad mayor.
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