Alentar el pensamiento contra-factual (León Trahtemberg)



Alentar el pensamiento contra-factual (León Trahtemberg)

¿Por qué tenemos que venir al colegio uniformados? ¿No contradice el valor del respeto a la diversidad? ¿Qué pasaría si cada uno viniera vestido como más le acomoda? Este es un ejemplo de planteamientos contrafactuales de parte de los estudiantes que no pocas veces incomoda a las autoridades escolares, por lo que se procura no alentarlos.

En términos simples el enfoque contra-factual nos lleva a comparar la situación real con una situación hipotética alternativa razonablemente posible, que surge de preguntar qué habría pasado si se hubiese optado por otra opción a la que efectivamente se escogió. Por ejemplo ¿qué hubiera pasado si Keiko Fujimori hubiera ganado las elecciones? ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera optado por la descentralización?

Para elaborarlo un ingrediente indispensable es la flexibilidad del pensamiento, la capacidad de imaginación y la creatividad. Implica pensar que las cosas conocidas no tienen por qué quedarse tal cual, y que pueden ser cambiadas y mejoradas si somos capaces de imaginar cómo hacerlo. De allí que el análisis contra-fáctico es muy útil en disciplinas como historia, física, economía, cosmología, biología, ciencias políticas, donde se trabaja mucho con escenarios de supuestos posibles, lo que favorece una mejor comprensión del mundo. También permite anticiparse a eventos negativos y prevenirlos, lo cual es muy útil para evaluar las opciones para la toma de decisiones cotidianas.

Siendo así, debería estar en la médula de todo enfoque pedagógico escolar y universitario. Sin embargo, encarar una continua confrontación de los estudiantes frente a lo establecido demanda un mayor esfuerzo de justificación, persuasión y flexibilidad para modificar aquello que evidencia no tener cohesión con los valores o promesas institucionales. Más fácil es contener al confrontador diciendo que esa se trata de normas vigentes y que si no le gustan que se atenga a las consecuencias o se busque otra institución.

El estudiante sumiso, agacha la cabeza sumándose al ejército de corderitos que se sumarán al coro del "sí señor" o alternativamente a las pandillas que se forman con rebeldes que intentan derribar todo lo establecido.

El hecho es que con esa actitud la escuela pierde la oportunidad de educar a los jóvenes a su cargo, que la descartan como institución sólida, solvente, confiable y coherente.





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