El uso del apelativo "los niños" ilustra la imagen que tienen los gestores y los usuarios sin reparos del mismo como seres censurables, inconsistentes, egoístas, mentirosos, traicioneros, que se venden al mejor postor, y que han agachando la cabeza para servir obedientemente a los designios del poderoso de turno. Todo ello para recibir beneficios personales.
¡Qué falta de respeto a los niños! ¿Así imaginan lo que son los niños? ¿Esa es la imagen que tienen de sus hijos-niños?
Les propongo ubicarse en una imagen de lo que son los verdaderos niños, que son personas plenas iguales que cualquier adulto, curiosos, apasionados por aprender, interesados en los problemas del entorno y responsables con el medio ambiente, creativos, solidarios, responsables de sus roles al trabajar en equipo, preocupados por el bien común y capaces de cuidar y amar a otros. La edad puede diferenciar en los niveles de complejidad del abordaje de los conceptos pero no convierte a unos en inferiores en dignidad e integridad frente a otros.
Lamentablemente, la imagen degrada de los niños que tienen no pocas autoridades y políticos los ubica en una categoría humana inferior e incompetente en relación a los adultos, cuando quizá son éstos los que deberían aprender de las calidades y valores que suelen exhibir los niños cuando enfrentan retos, amistades y decisiones complejas.
Los niños no son semi-ciudadanos; son ciudadanos plenos con los deberes y derechos propios para cada edad y no es admisible que sean tratados como seres incompletos o inferiores.
Si hubieran pensado así los gobernantes durante la pandemia de seguro hubieran sentido la necesidad de hablarles de tú a tú como segunda y no como tercera persona, para explicarles lo que pasa, respetando su existencia singular, para darles tranquilidad, seguridad de que serán cuidados y esperanzas de un futuro mejor.
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