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"Los adolescentes necesitamos ser escuchados por el Gobierno", reflexiona Milagros F. A esta quinceañera, la vida le enseñó a madurar rápido y sola. Tenía 7 cuando supo que lo mejor para ella era venirse de Huancayo a Lima, a la casa de su tía abuela. Estudiar sería su única oportunidad para surgir.
Ahora cursa el quinto de secundaria en el colegio Santa Isabel del distrito de Carabayllo. Está indignada: si bien se esforzó en tener las mejores notas, en ser líder y alcaldesa del colegio, este año perdió la postulación para la media beca que ofrece una universidad a los mejores alumnos, solo porque su tutor se olvidó de enviar la solicitud.
"Cuando no hay ese soporte económico, (los jóvenes) necesitamos buscar sí o sí esas oportunidades", me dice.
Milagros quiere estudiar Derecho y defender a los demás. "Creo que el Estado debería apoyar no solo a los que están en el tercio superior, sino a todos los escolares porque si no continúan estudiando se convertirán en una carga o ingresarán a las pandillas".
También considera que los criterios del Seguro Integral de Salud (SIS) deberían de afinarse para atender a los adolescentes. A ella le negaron su inscripción porque la asociación de pobladores donde vive paga comunalmente una factura de luz y el SIS asume que tienen dinero.
Otro tema es la falta de educación sexual. En su centro educativo llegaron a registrarse hasta cinco embarazos de adolescentes. El 2019 quiso llevar charlas, coordinó con el hospital, pero nunca el colegio envió la solicitud respectiva.
Un informe sobre seis países de la región, publicado este mes por el Fondo de Población de la ONU (UNFPA), recuerda que los embarazos adolescentes generan 1,200 millones de dólares, en promedio, en pérdidas, y empeoran la pobreza y la desigualdad: cada madre adolescente deja de percibir 1,243 dólares al año en comparación con una mujer adulta que se convierte en madre.
Al inicio de la pandemia, Milagros tenía que compartir una PC con sus tres primos, que trabajan y estudian. Le frustraba que los profesores no entendieran que no tenía dinero para comprar un smartphone. Luego de medio año sin poder conectarse por Zoom ni Meet, su "papá", que es comerciante, pudo comprarle un celular para que estudie. "Creo que muchos profesores no tienen compromiso y los alumnos presentan las tareas porque sí. Prácticamente, uno debe autoeducarse".
Si no consigue la beca, Milagros no se detendrá: trabajará como manicurista y ahorrará para seguir los estudios superiores.
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A las 2:30 p.m., María Doris P. enciende la televisión y sintoniza el programa "Aprendo en casa'. Luego, los alumnos del segundo de media del colegio Agropecuario de Pucallpa (Ucayali) y su profesor se comunican vía guasap, interactúan y se encargan los trabajos.
Pero algunos de sus compañeros carecen de celulares o conexión y se atrasan. Hay lugares como los kilómetros 13, 16 o 17 de la carretera Federico Basadre, donde la conectividad es nula. "Los maestros tratan de comunicarse con ellos y entregarles los trabajo así nomás", cuenta la adolescente de 14 años.
A María Doris le molesta que en Pucallpa la gente tome a broma la pandemia. "La gente se reúne como si nada en el barrio. Solo usan mascarillas para ir al mercado o al centro". A pesar de que en la región Ucayali, de acuerdo con el Ministerio de Salud, se han registrado más de 18,000 casos y 361 fallecidos.
Su mamá es ama de casa y sale para ayudar en la economía lavando ropa. Su papá es vigilante nocturno y de día se cachuelea como miloficios.
Para ella, falta que los gobernantes se preocupen más por los adolescentes. Considera que la principal problemática para los chicos y chicas de Pucallpa son los embarazos adolescentes. La sociedad ha normalizado ver a niñas-mamás.
"En el colegio nos dan charlas, pero aquí, para los pucallpinos, es común ver a chicas de 13 o 14 hijos, que ya tienen 2 o 3 hijos y dejan sus estudios. Ya no le dan importancia, ni el alcalde ni el gobernador regional", opina.
María Doris es una adolescente líder en su comunidad y participa de la campaña "Ponte de pie y levanta la mano por las y los adolescentes", que ha lanzado el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef Perú) por el Día Mundial del Niño, que se celebrará este viernes 20.
La campaña le ha permitido conocer la realidad de sus coetáneos en otras regiones del país, y opinar sobre sus problemáticas. Ser escuchada.
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Alfieri C. quiere ser economista y sabe que es un chico afortunado en Acobamba (Huancavelica), donde cada vez hay más profesionales, pero en los alrededores la economía la continúan forjando los campesinos.
Su padre es odontólogo y su madre, profesora. Pudieron poner internet en casa. Otros compañeros deben escalar un cerro para buscar un poco de señal, que es mala, pésima, y se cae cuando nieva o llega una lluvia fuerte.
El estudio "Adolescentes y jóvenes de Perú", publicado por Unicef, señala que el apoyo económico de los familias es reconocido como fundamental si quieren seguir estudiando. Otro de los hallazgos se refiere a la importancia del afecto para la construcción de su presente e imaginar su futuro. "La voz de sus padres -y en particular la de sus madres- puede ser un gran impulso para sus proyectos, o un gran obstáculo, pero pocas veces les es indiferente", precisa el documento.
Alfieri es un líder en el colegio seminario San Juan María Vianney en la ciudad de Huancavelica, donde estudia. Ahora que está en cuarto de secundaria le ha tocado vivir la pandemia, realizar sus aprendizajes a través de "Aprendo en casa' y el colegio les refuerza vía Meet y Zoom.
Su colegio se preocupó en hacer convenios para que los estudiantes obtengan laptops a precios asequibles, para que un servidor les brinde internet, pero no todos los chicos pueden acceder a ello, sobre todo los que viven en las zonas altas, ergo, no cumplen con las tareas. Solo escucha la radio porque no llega ni la TV, cuenta, hacen la tarea de la cartilla que les envía el colegio para evitar las deserciones, pero más se dedican al trabajo.
"La pandemia está afectando la economía de muchas familias y hay muchas deficiencias en nuestra educación, que es lo único que nos permitirá tener una mejor calidad de vida", dice. Si bien en su ciudad los casos del covid-19 han disminuido, lamenta que muchas personas continúen actuando irresponsablemente.
Alfieri ha seguido atento todas las noticias sobre la crisis de gobernabilidad y las protestas democráticas de estos días. "Siento que los jóvenes, junto con toda la comunidad, podemos dar un cambio", dice.
Considera que el Estado sí brinda apoyo a los adolescentes, pero aún no satisface todas las necesidades básicas. Se debe de preocupar a fondo de las necesidades actuales: calidad de vida, educación de calidad y conectividad.
Otro tema que afecta mucho a los adolescentes es la identidad, me recuerda Alfieri. De acuerdo a los resultados del ENAHO 2018, el 12.9% de los adolescentes forman parte de un pueblo originario. "Provenimos de la interculturalidad y muchos por la falta de información. No lo valoramos, descuidamos este aspecto", opina Alfieri.
IBA en cifras
El Índice de Bienestar Adolescente (IBA) de Unicef se basa en "5x5 Plus": Salud, Educación, Protección, Preparación para el trabajo y Participación.
De acuerdo con la escala de entre 0 y 1 del IBA, la adolescencia peruana logra solo el 0.53.
Por dimensiones: Salud (0.64), Preparación para el trabajo (0.55), Participación (0.52), Educación (0.51) y Protección (0.46).
Las regiones más favorables a la adolescencia son: Tacna (0.80), Moquegua (0.80) y Lima Metropolitana (0.69).
Las menos favorables: Cajamarca (0.23) y Huancavelica (0.30).
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