"Estamos afrontando las consecuencias de un marco regulatorio obsoleto y de una innovación muy lenta en el sector. No nos hemos atrevido antes a romper esquemas". Un presidente dijo que, si resolvemos todos nuestros problemas y no el de la educación, se volverían a repetir. En cambio, si resolvemos el problema de la educación, las siguientes generaciones resolverán definitivamente el resto de problemas. En el Perú tenemos dos pandemias: una que cobra vidas y otra, el populismo, que cobra mentes destruyendo nuestro precario sistema educativo. Un aspirante a congresista aprovecha la crisis y proclama una educación a mitad de precio, una influencer afirma defender a las familias y ataca las redes privadas, un ministro ofrece educación gratuita a todos los estudiantes privados que quieran, sabiendo que apenas da cobertura al 70% del alumnado público, un congresista pide que los padres paguen IGV en las pensiones, una comisión congresal quiere estatizar la educación privada y un alcalde reclama nuevos arbitrios a costa de los colegios.
El populismo ofrece a los ciudadanos una solución "BBBA': buena, bonita, barata y ahorita, y si bien son propuestas irresistibles, distan de la realidad. Soñar con ellas es comprensible, pero difundirlas siendo autoridad es irresponsable. Las consecuencias han sido brutales: miles de colegios y nidos cerrados, profesores sin empleo o con sueldo recortado, 50% de alumnos de inicial y 30% de otros niveles desertaron y, ahora, el blanco populista es la educación superior (ES).
De los 2 millones de jóvenes en ES, 1.5 millones cursan en universidades (25% públicas y 75% privadas) y 526 mil en institutos (34% públicos y 66% privados). Por la pandemia, las instituciones migraron a la modalidad a distancia antes limitada por normas. Esta fue ninguneada por los padres, pese a una calidad probada y potenciada por la tecnología, incluyendo pronto big data e inteligencia artificial, la demanda de formación virtual más personalizada, que crece a gran escala.
El Gobierno afronta serios problemas apoyando a las universidades públicas con financiamiento para virtualización, con alianzas con otras universidades, contratando servicios de Internet para estudiantes de bajos recursos. También modificó las normas para ampliar horas en clases virtuales y el dictado de un tercer ciclo en el año. Se estima que 28 universidades públicas están realizando actividades virtuales y el apoyo a institutos públicos incluye Internet para 2 mil docentes y 147 mil estudiantes, capacitación docente y directiva en competencias digitales y digitalización didáctica para el servicio no presencial.
Las instituciones privadas se adaptaron más rápido a la modalidad virtual, pero fueron atacadas, y ahora enfrentan la deserción de más de 500 mil estudiantes por la crisis y que no tienen vacante en el sector público. Por ello, los están apoyando con becas, créditos e Internet a bajo costo.
Los estudiantes y familias también se están adaptando a una modalidad, que requiere mucho aprendizaje autónomo y sin mucha consciencia de que es una oportunidad única de desarrollo personal y profesional. Transitar por una situación tan compleja y sobrellevarla implica lecciones que marcarán su vida y capacidad de adaptarse a contextos complejos.
Por todo ello, es fundamental sumar sinergias y buenas prácticas entre públicos y privados. Son indispensables las alianzas entre instituciones, empresas, editoriales, municipalidades y otros, con el único objetivo de mejorar la calidad. Estamos en el medio de una reforma crucial. Sunedu licenció 93 universidades que tienen las condiciones básicas de calidad; en la educación tecnológica el proceso recién empieza y en la básica apenas asoma. Defendamos a la educación de esta pandemia populista, en solo dos legislaturas el daño puede ser irreparable.
Estamos afrontando las consecuencias de un marco regulatorio obsoleto y de una innovación muy lenta en el sector. No nos hemos atrevido antes a romper esquemas. Es momento de una educación diferente, que nos plantee un dilema distinto, no el de la privada o pública ni siquiera el de la modalidad, sino el dilema de calidad y flexibilidad para maximizar nuestra vocación e intereses profesionales y emprendedores, y así contribuir de la mejor manera con nuestra sociedad y el país.
La solución al problema, de tener dos columnas de diferente fortaleza, no pasa por fortalecer una columna con los restos desmantelados de la otra; eso es populismo irresponsable.
Continuaremos el diálogo en CADE Educación, organizado por IPAE Asociación Empresarial, desde este 8 de setiembre.
Gonzalo Galdos
Miembro del comité CADE Educación 2020
peru21.pe
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