La salida de la pandemia con su progresiva reapertura de las aulas tendrá efectos importantes en los sistemas educativos. El escenario actual afectará los logros de aprendizaje y amplificará el riesgo de deserción y desescolarización. Cálculos preliminares señalan un aumento del 17% en la exclusión educativa: 1 millón de estudiantes dejarán de asistir a las escuelas[1]. La crisis económica y social aumenta la probabilidad de abandono escolar. La educación remota de emergencia - la norma hoy en el continente - se enfrenta a barreras como el grado de preparación de los sistemas educativos para esta modalidad, la falta de conectividad y dispositivos en los hogares y la dificultad de mantener la motivación y compromiso de las familias y sus estudiantes.
Esto viene a agravar la situación en la región: la interrupción de las trayectorias educativas ha sido, desde antes de la pandemia, uno de los problemas más urgentes y vigentes de los sistemas escolares en América Latina. De acuerdo con la plataforma de datos CIMA[2], en promedio uno de cada cinco jóvenes entre los 15 y 17 años - una de las fases más críticas para la permanencia o abandono escolar - no asistía a un centro educativo en el año 2018. Además, si bien la tasa de terminación en secundaria es de 64%, se evidencia una marcada diferencia por nivel socioeconómico de hasta más de 50 puntos porcentuales entre estudiantes pobres (quintil 1) y ricos (quintil 5) (ver gráfico).
Uruguay presenta la brecha más amplia, con un 12% entre estudiantes del pobres y un 79% entre estudiantes ricos. Este tipo de exclusión aumenta las probabilidades de que más adelante esos niños y jóvenes excluidos caigan o permanezcan en la pobreza y disminuyendo sus oportunidades de integrarse a la vida social y laboral.
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www.blogs.iadb.org/educacion/es/covid19regreso
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