Miguel Ángel Escotet, exdecano de la Universidad de Texas, sostiene: "Un alumno que copia es un corrupto" (ABC.es, del 21-9-2018). Sin embargo, deja que pensar la asimetría de esa generalización. Cabe preguntarnos si poner el foco crítico solamente en el que copia y sancionarlo resuelve los problemas de la copia.
En TED sostuve que "si no quieres que el alumno se copie, no le hagas preguntas que se puedan responder copiando; tiene cerebro para pensar". Ello lo precisé no para justificar la copia, sino para intentar ver la clase como un ecosistema que vincula a profesores, alumnos, temas, metodologías, evaluaciones, interacciones, etc., los cuales deben verse como un conjunto para resolver los problemas que los aquejan.
Por ejemplo, si un niño tiene miedo de que le van a dar una paliza si sale desaprobado y decide copiar, ¿es solo su culpa esa copia "en defensa propia", al optar por el mal menor?
O, por otro lado, si se cuenta con un profesor amenazante, distante, que no prepara sus clases y pruebas a conciencia -solo las copia del texto del curso-, no se esfuerza por que los alumnos entiendan y piensen y produce alumnos que copian para quedar bien, ¿es solo problema de los alumnos?
La copia es un asunto que merece estudiarse mejor y contextualizarse si se pretende erradicar, y no limitarse a castigar a quien se copia. Habría mucho menos copia si se desarrollaran clases más interesantes, activantes del pensamiento, capaces de generar condiciones para que el pensamiento original de los alumnos sea valorado. También copiarían menos si existiera un sistema de consultas que acompañe mejor al alumno que tiene dificultades para comprender bien aquello que se le exige aprender.
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