Hace dos semanas me llegó un interesante artículo del mi amigo Jaume Sarramona, quien escribe sobre lo que es el tema más crítico de las políticas curriculares en el mundo: La Evaluación. Narra la experiencia de Cataluña, en España. Por su importancia, coordiné con él para difundirlo en el blog y que ustedes conozco sus preocupaciones.
Aquí va la primera parte del artículo. La semana siguiente se presentará la segunda parte:
En Cataluña nos podemos enorgullecer de tener un currículo propio para la educación básica, fundamentado en la consecución de aprendizajes de carácter competencial. En coherencia con este currículo, la evaluación de los alumnos debe ser también de carácter competencial, y así lo ha determinado el Departamento de Enseñanza. Pero al aplicar la normativa correspondiente hay que tener bien claros algunos criterios pedagógicos. Dado que el tema ya fue tratado parcialmente en textos anteriores, pido disculpas si me reitero en algunas cuestiones que resultan claves ..
Las competencias curriculares que los alumnos deben alcanzar están fijadas para el final de la etapa escolar correspondiente, es decir, final de la educación primaria y final de la educación secundaria obligatoria (ESO). Por lo tanto, los centros escolares deberán determinar cuáles son los aprendizajes que en cada asignatura y curso es necesario dominar para poder alcanzar con éxito las competencias del final de la etapa. Esto quiere decir que en cada trimestre y en cada curso no se pueden evaluar directamente las competencias finales de la asignatura en cuestión, sino aquellos aprendizajes, donde habrá muchos específicos y muchos de obligada memorización, que conduzcan a las competencias, entendidas siempre como objetivos generales de tipo complejo.
Dado que al dominio de las competencias como aprendizajes complejos y aplicativos a la vida real se llega mediante aprendizajes de diferente tipo y nivel, la evaluación se deberá nutrir de pruebas de diversa naturaleza, coherente con estos aprendizajes. Valga un ejemplo con una posible competencia del ámbito científico: "Adoptar hábitos sobre alimentación, actividad física y descanso, que permitan alcanzar el bienestar físico". Es fácil advertir que no se llegará a adquirir estos hábitos sin la interiorización de informaciones sobre la composición de los diversos alimentos y su incidencia sobre el cuerpo humano, sin conocer las consecuencias de una alimentación desequilibrada y los beneficios de una alimentación equilibrada, sin la necesidad de practicar un ejercicio adecuado a la edad y las características personales, sin la necesidad de un descanso suficiente, ... etc. El conocimiento y dominio de cada uno de estos apartados pedirá de pruebas orales, escritas, gráficas, de guías de observación, etc., de acuerdo con la naturaleza de los aprendizajes pretendidos, unos cognitivos, otros aplicativos, otros actitudinales.
El problema que se plantea a los centros y los docentes es que mientras no llegue el momento de evaluar directamente las competencias correspondientes a cada asignatura o ámbito, deben hacer informes sobre los resultados de los aprendizajes de los alumnos, y si estos no son estrictamente competenciales, sino aprendizajes que conducen al dominio de las competencias, no se podrá informar si dominan o no las competencias en cuestión. Por lo tanto, si la administración demanda y pretende aplicar una escala de valoración que diga si el dominio del aprendizaje es suficiente, notable o sobresaliente, forzosamente se deberá especificar de qué aprendizaje se trata, sea o no competencial. No es que en la escala numérica tradicional constara el tipo de aprendizaje dominado, pero si se quiere ser coherente con la evaluación competencial, ahora es forzoso especificar de qué aprendizajes se trata.
En Cataluña, las competencias del currículo se han presentado en tres niveles de logro para facilitar su evaluación, pero esto supone tener claros los indicadores que caracterizan estos tres niveles. Los documentos de desarrollo de las competencias básicas que ha puesto el Departamento de Enseñanza al alcance de los docentes y centros, también señalan algunos de estos indicadores graduados para cada competencia, pero deben ser los docentes quienes los tengan presentes cuando confeccionen las pruebas de evaluación correspondientes, de manera que constituyan los ítems de estas pruebas.
También es oportuno recordar que la denominada evaluación continua, que lógicamente significa que se está constantemente evaluando, no excluye la necesidad de aplicar en ciertos momentos actividades de evaluación (pruebas), que el alumno deba resolver sin la ayuda de nadie, como la única forma de verificar si los aprendizajes han sido personalizados. Además, lo que en cierto momento se aprendió hay que saberlo recuperar para aplicarlo cuando se necesita. Así se diferencia la evaluación de cómo se aprende de la evaluación de lo que efectivamente se ha aprendido, sea este aprendizaje realizado en grupo o individualmente.
Como se puede ver, la evaluación es una tarea seria, técnica, que exige de toda la profesionalidad por parte de los docentes. Esto no se puede dejar exclusivamente en manos de los alumnos, aunque ellos participen y se autoevalúen. Y es que la evaluación es parte integrante de la planificación curricular del centro y de cada ámbito o materia.
¿Y qué pasa si se acaba el curso y los alumnos no han alcanzado los aprendizajes propuestos? Lo dejamos para el próximo puntdevista.
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